ACERCA DE ÁGORA, de Alejandro Amenábar (2009)
“-Se ha entendido de verdad la famosa historia que está al comienzo de la Biblia –la del miedo de Dios ante la ciencia?… no se la ha entendido…<La mujer es, por su naturaleza, serpiente, Eva> esto lo sabe todo sacerdote; <de la mujer viene todo mal al mundo>… <por consiguiente, viene de ella también la ciencia>… Sólo a través de la mujer el hombre aprendió a gustar del árbol del conocimiento”.
Nietzsche: El Anticristo
“Valerosos, despreocupados, irónicos y violentos, así nos quiere la Sabiduría. Es una mujer, y ama solo al guerrero”.
Nietzsche: Así habló Zarathustra
Mi interés particular es que Usted, querido lector, se interrogue:
Después de leer el filme Ágora, (y digo leer, porque para el cine, el buen cine, uno debe aprender a leer. Más que intervenir como simple auditorio, hay que procurar ser buenos lectores, y entonces espectadores[1]) uno siente la sensación de haber perdido algo; ¿será como dice Nietzsche la nostalgia que tenemos por lo clásico?, en todo caso cuando nos referimos a esa antigüedad clásica en particular-universal a la Hélade por excelencia, es
Inevitable que pensemos en ello con cierto patetismo. Seguro, el conocimiento es una constante búsqueda atravesada por esa cuestión de la interrogación, así como la felicidad, la libertad, la existencia, la muerte, la nada, todo motivo de cuestionamiento, incluso la divinidad debe ponerse en cuestión. Los griegos fueron la cultura fe la interrogación, y los que atesoraran eso que llamarían filosofía. Cuando el imperio romano coloniza la Hélade, sería el Imperio el que se quedaría conquistado por la cultura helénica; los griegos superaban en cultura a los romanos, y el imperio supo poner a su favor el legado cultural griego y conformar la segunda nueva cultura: el Lacio. Sin embargo, a este florecimiento cultural, a esta cultura clásica[2] la subordinarían en su máximo esplendor, aparecería lo que llamo la contracultura: el cristianismo.
La inquisidora, la católica, la apostólica, la romana, la cruzada, la evangelizadora, la iglesia[3], acabaría con todas las formas de interrogación, desde la ciencia, la filosofía, la literatura, el arte, todo el conocimiento quedaría en pos de la mezquina interpretación de las abadías, incluso el imperio romano se postraría a merced del cristianismo. Esa peste, esa pandemia, llegaría incluso hasta los parajes Utópicos (como diría Tomás Moro al referirse al nuevo mundo) de la tierra indígena, de nuestra América, en palabras de Martí. Pretender hacer de la cuestión de Dios una cosa incuestionable, como verdad cegadora que ilumina la vida de los rebaños, es ir incluso en contra de la naturaleza humana y la forma interrogativa del pensamiento. No podemos negar que la tesis de la igualdad de los hombres ante la mirada de Dios, es muy revolucionaria, por eso las masas, las plebes encontraron en el cristianismo el mejor de los asilos; el sentimiento esperanzador de una vida eterna, hace que los creyentes se recluyan en esa recompensa, se sienta seguros, confortables; el camino del pensador es totalmente contrario, lleno de tempestades. Y ¿cuándo fue que Dios se volvió una certeza?, no para los antiguos, para la antigüedad clásica, al menos lo divino, era algo muy distinto, más cercano a la físis (naturaleza) que a otra cosa; también nuestras culturas precolombinas tenían una relación distinta con lo divino, se consideraba a la naturaleza como lo originalmente divino; pero el cristianismo ni es cultura ni es naturaleza, es lo antinatural, lo ultraterreno. Nietzsche nos ha enseñado que el cristianismo se fundamenta en la igualdad de los hombres, eso es demasiado tentador como para que la pobreza vea la salvación tan cerca como que los sacerdotes vean el negocio tan fructificante. El cristianismo es una religión de enfermos, de débiles, de miserables, de hombres sin espíritu libre, por eso todo lo que huele a ignorancia tiene como trasfondo el ser cristiano. El espíritu libre es el que se cuestiona, el irredento,el que se crea, el inventor, el pequeño dios, el poeta, el filósofo, el escritor, el artista.
La sabiduría tendrá siempre una relación íntima con la verdad, aunque sea siempre esquiva, escurridiza, efímera; los griegos demostraron esa relación entre sabiduría y verdad a partir de la filosofía, mostraron que la verdad es una constante búsqueda[4] .Pero en cada templo griego se instalaron iglesias, en cada biblioteca se quemaron libros y se llenaron de Biblias,[5] la intromisión del cristianismo fue devastadora.
Las religiones tienen un nivel de comparación, las orientales por ejemplo les llevan milenios a las occidentales; en las occidentales, el rebaño no debe educarse, no se les debe seducir con el conocimiento y la sabiduría, así serán más fieles al pastor, como ovejas mansas, cuerpos estériles, incapaces de pensar por sí mismos. Pero particularizando a la religión cristiana, no olvidemos que ella misma ha tenido insurgentes: el protestantismo, el anglicanismo, el calvinismo, y curiosamente pareciera que ello la fortaleciera, pues ninguna rompe radicalmente con su tradición, siguen habiendo iglesias, pastores, la peste sigue aunque sea con distinto nombre; y eso es, me parece, que aun no hemos dicho que esta religión es la más oportunista de todas; después de las revoluciones que en ella y alrededor de ella se manifiesten, vuelve solapada y vampirezca para salir triunfante por encima de los nuevos paradigmas. Si hablamos de ciencia, por ejemplo, y tomamos el caso de la visión que se tenía del mundo hacia el siglo IV de nuestra era, me refiero a la visión Ptoloméica, que ponía a la tierra como el centro del universo, ese paradigma serviría después como fundamento para las nuevas revoluciones científicas, pero como la religión es muy distinta a la ciencia, la religión prefiere en su conservadurismo ideológico actuar como la vampiresa pulga, que salta apenas mira al genio, la sabiduría, la ciencia, se prende y acaba con sus víctimas de una sola mordida; tiempo pasará para que los ecos del silencio, hagan temblar los cimientos religiosos. Hipatia, la filósofa, había descubierto en sus experimentaciones y observaciones astronómicas, que no era la tierra el centro del universo sino el sol; sus descubrimientos se convertirían en el nuevo paradigma, la manera de pensar y de referirnos al mundo sería muy distinta; Hipatia logró trastocar el paradigma pero también acarreó la persecución de la contracultura, la pandemia cristiana ahogó su ciencia. Siglos después se revaloraría a la teoría heliocéntrica (Copérnico, Kepler, Galileo) por encima de la geocéntrica (Ptolomeo), también se reconocerían muchas verdades que ya la lejana antigüedad había descubierto[6] y a pesar de todo la pulga sobrevive.
Cuando pienso en la cultura clásica, siento nostalgia por ese tiempo perdido, por el maravilloso mundo patético, por la magnificencia de la paideia griega[7], y entonces veo con más claridad a qué apuntaba esa sensación de haber perdido algo, como lo declaré al comenzar este escrito: la lejanía de un inmediato atardecer, de un presente inculto. Hipatia, representa la sabiduría en una profunda esencialidad: en la soledad más acogedora: la filosofía.
Luis Alberto Miranda Riascos
Estudiante de Filosofía y Letras
Curso: Cine, Violencia y Cultura
Universidad de Nariño
Marzo de 2010
[1] Para entender a ese lector del cine veamos lo que conlleva la raíz etimológica del espectador: en Lat.
Exspectatio es el deseo, pero también la curiosidad, sin embargo el que exspecta no se lanza apresuradamente al comentario (la escritura); debe procurar-se tiempo de reflexión, y no desbocarse en
las superficialidades de lo exspectado , de aquí que: Exspectator es el que o la que sabe esperar. Ese es el espectador que espera el buen cine.
[2] Lo clásico es lo ejemplar. La cultura clásica, la literatura clásica, la música clásica.
[3] Si se quiere ver más sinónimos de esta contra cultura, se puede revisar las primeras páginas de “La puta de babilonia” del escritor colombiano Fernando Vallejo.
[4] Cuando los textos sagrados pretenden alcanzar la relación más íntima con la verdad, entonces se busca escribirlos en griego; Pablo de Tarso, el misionero cristiano que primeramente tenía ciudadanía romana y luego se vuelve al cristianismo camino a Damasco, fue uno de los principales infiltradores del cristianismo en el mundo griego. Después, la filosofía platónica la convertirían en el mejor de los fundamentos filosóficos del cristianismo.
[5] La misma palabra Biblia, viene del griego Biblyon, que quiere decir libro, sin embargo el conjunto de libros que conforman tanto el antiguo como el nuevo testamento, al llamarlos Biblia, adquieren un significado (que no es nada ejemplar ni clásico)de libro por excelencia, escrituras sagradas, la verdad, la palabra de Dios, atributo divino. El libro, la ley divina, es uno de los requisitos fundamentales para la instauración religiosa: migrá para los Judíos (Antiguo Testamento), Biblia para los Cristianos (A. y N. Testamento), Corán para el Islam (revelado al profeta Mahoma).
[6] No fue ni Colón ni los documentos orientales, los que fundaron la idea de redondez de la tierra, muchos siglos atrás, el griego Heratóstenes ya había planteado esta cuestión.
[7] El mejor documento que se ha podido crear hasta el momento, acerca de lo que conllevaba el concepto de paideia entre los griegos, corresponde al trabajo realizado por Werner Jaeger en su ejemplar libro titulado “Paideia”.