Un viaje mágico al París de los años veinte es el más reciente éxito de taquilla del director neoyorquino que se reinventó y ahora triunfa en Europa.
Woody Allen no descansa. Tras consagrarse como el director de Nueva York, con más de treinta películas rodadas en las calles de su ciudad, en 2005 rompió su romance con la Gran Manzana y se fue a Europa, atraído por las ofertas de las productoras del Viejo Continente y en busca de dejar atrás sus escandalosos problemas personales. No era absurdo, pues sus producciones habían tenido siempre mejor respuesta del público por fuera de su país, y con Match Point, el primer largometraje que filmó fuera de su ciudad, recaudó en el mundo tres veces lo que consiguió en las taquillas de Estados Unidos.
Sin embargo, esa tendencia acaba de romperse con el estreno de su nuevo filme, Medianoche en París, que con 46 millones de dólares recaudados en las ciudades norteamericanas se convirtió en la más taquillera de sus producciones y ha permanecido dos meses en la lista de las diez más vistas. Ese resultado parece demostrar que, al decidir filmar en otros ambientes, Woody no solo aprovechó las ofertas, sino que se reinventó al punto de ser redescubierto por sus propios paisanos.
La película costó 30 millones de dólares, dos veces más que lo que sus últimas producciones. Y, como era de esperar, su rodaje convocó multitudes, lo que por momentos dificultó el trabajo del equipo. No solo se trataba de los admiradores franceses de Woody, que no le faltan, sino de curiosos que querían ver a la primera dama Carla Bruni, esposa del presidente Nicolas Sarkozy, quien en la película aparece como guía del Museo Rodin. Incluso corrió el rumor de que habían sido necesarias 35 tomas para rodar una escena muda en la que Bruni sale de una panadería con dos baguettes bajo el brazo.
Woody había intentado comenzar el rodaje hace cuatro años, pero a última hora canceló el proyecto por falta de plata. Hoy tiene claro que valía la pena persistir en el esfuerzo. A la aprobación del público se suma la de la crítica, que no ha ahorrado elogios. Los expertos coinciden en que ha salido a flote su faceta más sensible, como resultado de haber alcanzado una madurez creativa, cosa que Allen no ha tardado en negar. A la lista de reconocimientos se le agrega haber sido la elegida para inaugurar el Festival de Cannes. Su director, Thierry Fremaux, se refirió a ella como “una carta de amor a París”.
Esta comedia fantástica, estrenada el pasado viernes en Colombia, tiene el sello inconfundible de Allen: su protagonista se siente incómodo en su mundo, pues tiene serios problemas para entender los códigos sociales más elementales y cotidianos. Le ocurre a Gil Pender (Owen Wilson), un exitoso guionista por encargo que viaja a París con su prometida Inez (Rachel McAdams) y sus suegros. Mientras camina por sus calles y recorre la orilla del Sena, concluye que lo que de verdad más quiere es ser escritor y llevar una vida austera en la Ciudad Luz.
Pender lamenta no haber estado allí en los años veinte, década en la que esta ciudad fue el escenario de las fiestas y las tertulias de una vanguardia de la que formaron parte, entre otros, Pablo Picasso, Luis Buñuel, Ernest Hemingway y Salvador Dalí. Su vivencia melancólica de la ciudad se hace más intensa, mientras más su familia política se niega a dejarse llevar por el embrujo de París. Para completar el cuadro, su novia flaquea ante el dudoso encanto de un erudito profesor de la Sorbona, que los guía por los museos de la ciudad en recorridos que rayan en la tortura.
Cuando todo apunta a que sus vacaciones parisinas se le irán en compromisos sociales y rencillas familiares, la historia da un giro que pone a Gil en otra época, justamente en su entrañable década del veinte. El viaje en el tiempo se extiende, guiado siempre por la premisa, que se convierte luego en duda, de que todo tiempo pasado fue mejor.
La película no solo brilla por su impecable guion: se suman una muy bien lograda fotografía en clave de melancolía y un elenco en el que nadie desentona. También está llena de guiños en la forma de fugaces apariciones de personajes no tan famosos que, sin embargo, difícilmente pasan inadvertidos para los ojos más agudos.
Un filme de estas características no es extraño a la obra de Woody Allen. Ya había recurrido a la fantasía en La rosa púrpura del Cairo, donde el personaje de una película escapa de la pantalla para habitar la Nueva York de los años de la Depresión. También en el cuento El episodio del profesor Kugelmass, donde el protagonista, gracias a la máquina mágica de un hombre llamado Persky, se mete en las páginas de Madame Bovary. El París de la fiesta permanente también había aparecido ya en los relatos de Allen: en el cuento Memorias de los años veinte ya había jugado con el mismo reparto de escritores y artistas que aparecen en su nuevo film.
El éxito renovado le llega a Allen en un momento clave. Durante muchos años se daba el lujo de firmar contratos con productores que le garantizaban financiarle hasta seis películas sin intervenir en su trabajo, ni en su promoción y distribución. Pero el escándalo que protagonizó al casarse con Soon-Yi Previn, la hija adoptiva de Mia Farrow, quien era su esposa, dio al traste con ese trato preferencial. Eso terminó por convencerlo de trasladarse a Europa, donde su popularidad es alta. Tanto, que en Oviedo, España, hace poco se levantó una estatua en su honor.
En Europa ha hecho llave con la productora española Mediapro, su hermana Letty Aronson y su abogado Stephen Tenembaum. Eso sí, le ha tocado reinventarse; ha tenido que acceder a participar en la promoción de sus películas y, sutilmente, utilizarlas como gancho turístico. A cambio de unos buenos planos de las ciudades, que para nada desentonan con los guiones, ha obtenido estímulos tributarios, como en París, y apoyo de los gobiernos locales, como ocurrió en Vicky, Cristina, Barcelona y en The Bop Decameron, que por estos días rueda en Roma. El siguiente país en la lista es Brasil. “Quiero escribir un guion que capture el alma de Río”, declaró en junio. Y por cierto que lo logrará.
Tomado de: Revista Semana