Al servicio secreto del diseño

AL SERVICIO SECRETO DEL DISEÑO: UN REPASO POR LAS SECUENCIAS DE TÍTULOS DE LAS PELÍCULAS DE JAMES BOND A LO LARGO DE LAS DÉCADAS

Por: Pablo Castriota

 

Todo lo que concierne al universo formal de los filmes de espionaje ha sido, desde siempre, una de mis debilidades estéticas, aunque debo admitir que la serie de James Bond, algo así como la embajadora pop del género, nunca resultó ser una de mis cartas favoritas a la hora de apostar por el compendio de intrigas, sensualidad y violencia que envuelve las ficciones de espías. Sin embargo, repasar cada una de las secuencias de créditos iniciales de las sucesivas entregas del agente secreto británico creado por Ian Fleming me resulta una experiencia cromática y sonora estimulante, mucho más que la del recuerdo por las armas y gadgetsdiseñados por Q o por la de los escarceos sexuales de James Bond con las sexies archivillanas de turno (lo que es mucho decir si recordamos que entre ellas estuvieron la nicaragüense Bárbara Carrera, la francesa Sophie Marceau y la holandesa Famke Janssen, por tomar solo unos ejemplos). Estos créditos debieron (y supieron, en la mayoría de los casos) amalgamarse creativamente con la estética del periodo de cada film, así como también con los elementos vertidos en las tramas que recorrieron cada una de las entregas del agente007 a lo largo de más de cuatro décadas.

El punto de partida consiste básicamente en un mismo motivo de acción repetido hasta el infinito a lo largo de los años (convengamos en que la reiteración es uno de los atractivos más representativos de la serie de Bond, desde la frase formal de presentación del agente secreto hasta el martini seco, “agitado, pero no revuelto”, que bebe en cada película): la entrada a cuadro del agente 007 atravesando lateralmente la imagen en blanco y negro, su seguimiento a través de la mira del cañón de un revólver, el repentino giro a 90º del espía británico para disparar a cámara –emulando el gesto de aquel pistolero que descargaba su arma contra los primeros espectadores de cine en Asalto y robo a un tren (1903), de Edwin S. Porter–, el baño de sangre que inunda la imagen desde la parte superior del cuadro y virándola hacia el color, la posterior irrupción de siluetas femeninas que bailan sensualmente a contraluz con ocasionales destellos de formas geométricas y colores primarios, todo esto de la mano de la célebre spy-guitar del leitmotiv musical creado por John Barry y la canción a cargo de la estrella vocal de turno, que supo incluir desde el vigor felino de Shirley Bassey hasta el esperpento de voces sampleadas de Madonna, pasando por los esplendorosos aportes de Garbage, Tina Turner, Paul McCartney o Nancy Sinatra. Lo que muchos desconocen es que, al menos durante las tres primeras películas, la aparición del agente secreto en estas presentaciones no corrió a cuenta del actor Sean Connery sino de un doble llamado Bob Simmons.

El creador de estas representaciones gráficas en movimiento que constituyen la marca de fábrica por excelencia de la saga de 007 fue el diseñador estadounidense Maurice Binder, quien logró imponer un estilo propio y perdurable en un panorama dominado casi de lleno por la figura del legendario Saul Bass, cuyas colaboraciones en los créditos de películas de Otto Preminger (especialmente en The man with the golden arm), de Edward Dmytryk (en Walk on the wild side, probablemente una de las mejores y más recordadas secuencias de títulos alguna vez realizadas) y, sobre todo, Alfred Hitchcock (VértigoCon la muerte en los talones/Intriga Internacional) lo siguen ubicando como el más célebre y recordado de los artistas gráficos del cine de todos los tiempos. En una de las entrevistas ofrecidas a poco de su muerte en 1991, Maurice Binder sostuvo que la idea de la presentación del espía británico surgió en tiempo récord, cuando se encontraba a pocos minutos de la reunión con los históricos productores Harry Saltzman y Albert R. Broccoli, en la que debía ofrecerles una alternativa a los créditos iniciales de cada film, entuerto del que el diseñador se libró astutamente improvisando ungunbarrel (cañón de pistola) con etiquetas de precios de supermercado. Binder contaba con el antecedente de algunas secuencias de presentación realizadas para filmes de Stanley Donen (Página en blanco, 1962, donde utilizó imágenes de bebés para referir a todos los nombres involucrados en los créditos). Años más tarde volvería a colaborar en las aperturas de otras películas de Donen, como Charade y Arabesque, donde en ambas implementó glamorosos juegos de formas geométricas y colores complementarios que dialogaban lúdicamente con la banda de sonido de Henry Mancini. Apreciando estos trabajos, uno se permite suponer que muchos de los grandes animadores y vanguardistas de las primeras décadas del cine alemán como Oskar Fischinger o Walter Ruttman podrían haber sido excelentes diseñadores de créditos de películas.

Binder fue el responsable del diseño y animación de los créditos iniciales de, al menos, catorce películas de James Bond, partiendo desde la fundacional Dr. No (1962), de Terence Young, donde tomó el leimotivvisual del agente para añadirle luego las siluetas de unas mujeres bailando bajo la percusión de una danza latina y la aparición de tres cieguitos caminando en hilera con bastón, anticipando de este modo lo que se vería en la primera secuencia del film y seteando el tono de un relato con ambientación caribeña (la acción se sitúa en Jamaica). Similar recurso fue adoptado por la siguiente entrega de la serie, From Russia with love (1963, también de Young, aunque en esta el diseño de los créditos no fue responsabilidad de Binder, sino de Robert Brownjohn), donde los títulos se sobreimprimen en el cuerpo de una bailarina de danza árabe. Pero no todas las secuencias de créditos han sido reveladoras de los elementos que aparecen durante cada film. En ese sentido creo que los títulos más fallidos suelen ser aquellos que reniegan del juego gráfico entre las formas y los colores y se vuelcan a insertar imágenes de eventos de la película. Es lo que ocurre en la tercera y muy recordada entrega de la serie, Goldfinger (1964, Guy Hamilton y última colaboración de Brownjohn en los créditos que serían nuevamente retomados por Binder, a partir de aquí), donde al recorrido de la cámara sobre el cuerpo bañado en oro de una mujer se añaden imágenes que revelan la identidad del villano que da nombre a la película, la del mismo Bond y la de Pussy Galore (Honor Blackman), la inolvidable compañera de aventuras de 007 en esta versión. A estas tres primeras muestras de esplendor gráfico y sonoro le siguieron las de las nadadoras sobre fondo azul y llamaradas rojas, acompañadas por la voz de Tom Jones en Thunderball (1966, Terence Young), y la iconografía japonesa implementada sobre la apacible canción de Nancy Sinatra en You only live twice (1967, Lewis Gilbert). Teniendo en cuenta el notorio traspié artístico que implicó la elección de George Lazenby en reemplazo de Sean Connery para On her Majesty’s Secret Service (1969, Peter Hunt), probablemente solo resulte valioso destacar el juego de sombras sobre fondo azul de la presentación, donde las siluetas femeninas insinúan toda clase de movimientos sobre la tradicional copa de Martini del agente secreto, un trabajo en la mejor tradición de las animaciones de sombras chinescas de Lotte Reiniger. En Diamonds are forever (1971, Guy Hamilton), que marcó el regreso de Sean Connery en la piel de 007, se incorporan las piedras preciosas a los habituales juegos de paneos, fundidos y sombras.

Con la desaparición física de Maurice Binder en 1991, la responsabilidad del diseño de las presentaciones recayó en el británico Daniel Kleinman, quien a grandes rasgos respetó muchas de las elecciones estéticas de su predecesor con resultados algo irregulares. La mayor sofisticación técnica mostrada por las sucesivas entregas de la serie en las últimas décadas no derivó en secuencias especialmente recordables, pero, de un amplio recorrido por las más recientes, me interesaría destacar la de tres películas en particular: Goldeneye (1995, de Martin Campbell), inicio de la era Brosnan –y también de Kleinman–, donde un pequeño ejército de chicas Bond en miniatura derriban las imágenes marmóreas de Lenin, de la hoz y el martillo y demás colosos de la iconografía soviética; The world is not enough (2001, de Michael Apted), donde la voz perfectamente jamesbondiana de Shirley Manson y los arreglos electrónico-orquestales de Garbage se funden con la lava y el petróleo negro en el que se sumergen los cuerpos femeninos, entre pozos de extracción y tramas espejadas de líquido espeso, una clara contrapartida formal a la informatizada e insulsa presentación de su predecesoraTomorrow never dies (1999, del muy mediocre director canadiense Roger Spottiswoode). Y finalmente la de Casino Royale (2006, nuevamente a cargo de Martin Campbell, una presencia energizante que suele revitalizar la serie detrás de cámaras), la que dio inicio a ese quiebre estético que representó la inclusión del más físico y menos glamoroso de los Bond, el gran Daniel Craig, quien interactúa con su rígida serenidad, golpeando a diestra y siniestra a sus enemigos entre reyes y reinas, corazones, picas, tréboles y diamantes, ruedas de casino y miras de francotirador en una de las más coloridas y elaboradas secuencias de créditos de la serie, y probablemente una de las pocas que reniega de la presencia de una figura femenina en los títulos.

No sería una tarea nada desdeñable la de encomendar la elección de las mejores secuencias de presentación de películas de todos los tiempos –mi elección seguramente recaería en la de Atrápame si puedes (Catch Me If You Can, 2002, de Steven Spielberg) a cargo del dúo de artistas visuales parisinos Kuntzel + Deygas con una irresistible melodía lounge a cargo de John Williams–. Pero lo que sería irreprochable es que ninguna lograría sintetizar mejor la idea del cine como la combinación letal entre una mujer y un arma (Godard dixit) que casi cualquiera de las que acompañaron al hombre al servicio secreto de su Majestad durante más de cuatro décadas.

 Tomado de: El Espectador Imaginario http://www.elespectadorimaginario.com/